Por: Daniel Aguilar
Esa noche yo estaba en el zócalo, intentando fotografiar el Palacio Nacional, cuando escuché un escandaloso motor, como si tuviera tuberculosis. Volteé como no queriendo la cosa y vi el famoso Volkswagen Sedán 92” con la piel de murciélago: el Dracumóvil. Lo que me sorprendió, sin embargo, fue quién conducía: no era Batman, sino su antagonista: The Joker. Quise tomarle una foto pero The Joker iba quemando llanta, como si huyera de algo. Fui a buscarlo. Necesitaba fotografiarlo y decirle al mundo que había platicado con el villano de moda. El ruido del motor fue mi brújula. Cuando lo encontré, me miró con esa cara de caos que tiene encima del maquillaje, notó mi cámara y se detuvo a que disparara el obturador: quería salir de las sombras.
The Joker y yo hablamos de muchas cosas: que su misión es que la gente sea feliz y que por eso visita escuelas y hospitales donde regala juguetes que le ha donado la gente, que. como todo héroe, y como todo buen macho, ha escoltado a jóvenes quinceañeras a la iglesia y que se ha asegurado que algunos novios lleguen al altar.
The Joker me pidió que no revelara ciertos datos (dónde trabaja, cuál es su profesión, cómo se llama, dónde vive), pero sí me permitió publicar que tiene 53 años, que su peor enemigo en Ciudad Caótica son los baches y que el Dracumóvil lo guarda en una cueva ubicada cerca de su casa.
Esta historia continuará.