Se había como esfumado de la realidad. No dijo adiós. Ni siquiera agradeció a quienes la acompañaron en la aventura política de su vida. Abanderó al partido en el gobierno, lo arrojó al tercer lugar y se fue muy lejos.
Nada se supo de ella hasta que semanas más tarde contactó —quién lo hubiera imaginado— al director de la Conade, en ese entonces, Bernardo de la Garza: Josefina Vázquez Mota quería boletos para ver en Londres la final del futbol olímpico en la que México obtuvo la medalla de oro.
Sus allegados divulgaron que, tras haber reconocido rápidamente a Enrique Peña como vencedor de la elección presidencial, se refugió en una casona de Irlanda y aprovechó para recorrer Europa con su familia.
Mientras la ex candidata presidencial disfrutaba el viejo continente, a nueve mil kilómetros de distancia su partido se hacía pedazos, en buena medida, por el triste saldo electoral que ella dejó en herencia.
Como candidata en el partido del gobierno no capitalizó las buenas calificaciones del presidente Calderón (aunque nos resulte increíble, salió bien evaluado), sino que actuó como opositora al régimen desde su eslogan “Josefina, diferente”. Su discurso, vacío y desapasionado, plagado de lugares comunes, con retórica en lugar de posicionamientos, no conectó con el electorado. Un equipo pobre de campaña sin apoyo de Los Pinos y la dirigencia nacional panista terminaron por sellar el fracaso en julio de 2012.
Para octubre del mismo año, Vázquez Mota intentó un regreso. Convocó a una reunión secreta en la zona de Las Lomas la Ciudad de México con quienes estuvieron en su primer círculo de campaña. Muchos no fueron. Quedaron dolidos porque se fue a Europa sin darles siquiera un abrazo de agradecimiento. A quienes sí llegaron les dijo que quería ser dirigente nacional del PAN, pero pocos le vieron futuro a su intención. Aquella reunión terminó desabrida.
Un año más tarde, la ex secretaria de Desarrollo Social, ex secretaria de Educación, ex coordinadora parlamentaria y ex candidata presidencial anuncia… que lo está pensando, que un grupo de viejos ex gobernadores del PAN le pidió postularse para encabezar al partido, que quizá lo haga.
La entrevisté el viernes en Radio Fórmula. Escuché a la Josefina de siempre: llena de palabras, vacía de posicionamientos; larga en sus respuestas pero corta en sus definiciones; incapaz de transparentar sus errores que la llevaron al tercer lugar; renuente a deslindar responsabilidades de quienes también tuvieron la culpa de la debacle; presentándose como una tercera vía ante el desgarriate de corderistas y maderistas, pero sin un discurso que encienda, que apasione. Por minutos —que se sentían laaargos— imaginé que entrevistaba de nuevo a la mujer que, desde el lejano tercer lugar de las encuestas, me aseguraba una semana antes de las elecciones presidenciales que iba a arrasar… y sonaba como si ni ella se lo creyera.
SACIAMORBOS
A ver si sigue disponible el dinero de la pintura y los refrescos para financiar la flamante travesía.