No hay político en el mundo que no aspire a llenar una plaza. En México se ha vuelto requisito para un cierre de campaña o una protesta. No hay partido ni dirigente que no presuma que colmó de gente desde el palacio del Ejecutivo hasta la catedral.
Pero la plaza llena ha perdido legitimidad. Todos sabemos que si bien hay quienes van por convicción, la plaza se llena con dinero: pagar líderes vecinales que acarreen gente, autobuses que transporten a sus huestes, producción de pancartas, alimentos y bebidas para los concurrentes.
Si México ya nos había hecho un guiño con ello, Egipto lo acaba de confirmar: pocas cosas más peligrosas para una democracia que una plaza llena.
En febrero de 2010 la icónica Plaza de la Liberación, la Tahrir de El Cairo, se abarrotó con más de un millón de ciudadanos que decidieron ponerle un alto al dictador Hosni Mubarak con tres décadas en el poder.
El Ejército y la policía dispararon contra los manifestantes. Éstos aguantaron y sumaron el apoyo mediático y político internacional hasta lograr que los militares le retiraran el apoyo al autócrata. Cayó.
El mundo se derritió, seducido: “nada más democrático que una plaza, convocada por las democráticas redes sociales, tumbando una dictadura y dando los primeros pasos hacia la democracia”. “La primavera árabe”. Poético.
29 meses más tarde, ayer, esa misma Plaza Tahrir abarrotada aplaudió, vitoreó, recibió eufórico el anuncio de que el Ejército dio un golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Mohammed Mursi.
Durante esos 29 meses entre la caída de la dictadura y el golpe militar, Egipto mejoró su constitución y tuvo sus primeras elecciones libres: legislativas de entrada y presidenciales después. Todo se fue a la basura.
Sí. Morsi era un pésimo presidente: disparó la inflación, la escasez, la pobreza, el desempleo y la deuda pública; y tuvo arranques autoritarios de acumulación de poder y tufos de gobierno religioso por haber emanado de la Hermandad Musulmana. ¿Pero golpe de Estado que se lleva una ovación? ¡Viva la Plaza!
Una plaza donde se juntaron los que extrañan sus privilegios en la dictadura de Mubarak, los que quieren un gobierno eficaz, los que no quieren un estado islámico, los que odian a Estados Unidos, todos gritaron muy fuerte, el Ejército que sostuvo 30 años una dictadura detectó la oportunidad para mantenerse como el gran factor poder, se asomó, lo vitorearon y ¡golpe de Estado!
La plaza democrática llena de demócratas convocados por las democráticas redes sociales aplaudió a rabiar. ¿Primavera árabe? En Egipto es otoño que se antoja invierno.
La plaza llena no es necesariamente democrática. Suele ser un cúmulo de intereses particulares bien organizados, mejor financiados, sabiamente manipulados.
Desconfío profundamente de las plazas llenas.
SACIAMORBOS
Alguno de esos especialistas en “movimientos sociales” me dijo una vez que llenar el Zócalo del DF cuesta de 2 a 3 millones de pesos.